Recientemente hemos visitado Bruselas. Lo sabréis porque habréis leído las dos entradas anteriores:

Dani estaba cerca haciendo un concierto y quedamos en encontrarnos en esta ciudad, lo que suponía viajar con los dos niños yo sola. No era la primera vez. No me daba miedo. Los niños están más que curtidos en viajes. No se portaron mal. Peeeero… ¡El mundo se volvió en mi contra!

En el aeropuerto de Zaragoza, ¡preparados para encontrarnos con papá!

En el aeropuerto de Zaragoza, ¡preparados para encontrarnos con papá!

Las expectativas del viaje

Un vuelo directo Zaragoza-Bruselas, taxi para ir al aeropuerto y después otro al hotel donde nos esperaría Dani con los brazos abiertos.

Repasando el viaje el día anterior reparé en que el aeropuerto de Charleroi se encuentra a una hora de distancia de Bruselas. No hay problema: veo que existe un shuttle cada media hora.

Ya había viajado yo sola con ambos en otras situaciones mucho más complicadas… ¡Esto iba a ser pan comido!

La salida

Todo controlado, el taxi nos espera en 5 minutos (para salir de la ciudad hay que encargar un taxi con sillitas) y los niños están contentos por ir en avión. Según damos un paso fuera de casa… ¡Súper caca de Samuel! Ya empezamos con prisas. NO PASA NADA, Clara.

Con Dani siempre es más fácil

Con Dani siempre es más fácil

¡Muuucho más fácil!

¡Muuucho más fácil!

El aeropuerto de Zaragoza

Había intentado por todos los medios humanos que se echaran la siesta a su hora habitual pero no hubo manera. ¿Qué ocurrió? Pues que se durmieron nada más llegar, claro. Genial para esperar en la cola del control de seguridad en la que, POR SUPUESTO, no había prioridad por viajar con bebés.

Llegamos al control e increíblemente logro sacar a Samuel de la mochila sin que se despierte. Pero de pronto ¡ZAS!

—Tiene usted que descalzarse (viajaba con deportivas).– Logro hacerlo de manera milagrosa sin despertar a Samuel.

—Tiene usted que descalzar a los niños.– ¿En serio? Lo de Samuel no son ni zapatos, tienen la suela blanda… Pero lo consigo.

—Tiene usted que quitarle la chaqueta a los niños.– ¿No tienen alma? ¿No ven que viajo sola? Eva en este punto se despierta y comienza a llorar.

—No puede pasar con los dos: tiene que dejar a uno de ellos en la cuna y pasarles de uno en uno.– Sudores fríos, Eva no quiere ir a la cuna. Mientras, me estaba quedando tuerta intentando vigilar al mismo tiempo el iPad y el móvil que estaban en la bandeja (OJO porque en los controles desaparecen muchos).

Logramos pasar con los dos ya despiertos.

—No puede recoger aquí, tiene que dejar a uno de los niños en esa otra cuna mientras se viste— me suelta el alegre guardia señalando una cuna escondida a un kilómetro de distancia. En fin…

En la zona para niños del aeropuerto de Zaragoza

En la zona para niños del aeropuerto de Zaragoza

El avión

Dos horas de retraso. NO PASA NADA, Clara, llegaremos muy tarde pero llegaremos. Había logrado embutir lo de los tres en una maleta pequeña para no tener que facturar pero, claro, se la llevaron porque no cabía en el avión. NO PASA NADA, Clara: tú sigue.

Samuel nervioso porque no había dormido su siesta. Eva, de pronto, con sed. Muuuucha sed. En el avión no hay forma de conseguir un botellín de agua. ¿Pero por qué me tiene que pasar a mi esto?

El avión va a descender, es hora de ponerse los cinturones y… ¡Súper caca de Samuel (con desparrame por la espalda incluido)! Nos hacinamos los tres en el baño del avión y le cambio como puedo mientras grita como un desesperado. Menos mal que Eva en estas situaciones se comporta como una santa e intenta ayudar como puede.

Posición habitual en los viajes: Samuel en la teta y Eva jugando

Posición habitual en los viajes: Samuel en la teta y Eva jugando

Uno de esos mágicos momentos en el que ambos duermen. ¡Que nadie respire!

Uno de esos mágicos momentos en el que ambos duermen. ¡Que nadie respire!

En Bruselas

Las maletas tardan 45 minutos en salir. Necesito ir al baño pero prefiero pegarme un tiro a entrar con ellos dos (ya MUY nerviosos) al baño.

Llegamos al shuttle y no venden pasajes en el autobús, hay que ir a la taquilla. Eva llora. NO PASA NADA. Tickets en mano, nos presentamos de nuevo en el bus y… ¡No quedan plazas! Eva llora porque no aguanta más ese frío y se apiadan de nosotros. Tengo que ir sentada en el suelo, pero no me importa. Eva pierde la muñeca, ¡drama! NO PASA NADA, Clara, ya queda muy poco.

Llegamos, cojo un taxi y después de media hora de trayecto con Samuel desesperado y Eva llorando porque está cansadísima llegamos al hotel. ¡Por fin! Pero, para mi sorpresa, ¡no era ese! El taxista me había llevado a otro con el mismo nombre a pesar de habérselo enseñado en el mapa. NO PASA NADA, Clara, contén las lágrimas. El buenhombre de la recepción llama a otro taxi y, 38 minutos después, llega.

Eva me dice que no quiere más taxis, que está tan cansada que se ha puesto muy triste. Yo también, cariño.

Llegamos al hotel, es tan tarde que no hemos podido cenar. Eva se conforma con una galleta y me dan ganas de llorar: esta niña es una santa.

Conclusión

Viajar es cansado. Con niños, por muy bien que se porten, aún más. No obstante todo se pasa: respirad hondo y aguantad, porque la recompensa es grande.

Al día siguiente ya estaba todo olvidado y disfrutamos como locos de nuestra escapada. ¡Es más! Inmediatamente después de ese viaje hicimos otros dos: a Nueva York y a Estambul.

¡Hola, amigos!

¡Hola, amigos!

Mamás de estos lares, vais a entender este símil: ¿Recordáis cuando estabais en mitad del trabajo de parto con un dolor tremendo y os preguntabais cómo puede la gente repetir algo semejante? ¿Y dos días después, con vuestro bebé en brazos, os decís que no era tanto y unos meses después incluso os volvéis a quedar embarazadas? ¡PUES ESO!

Buen viaje a todos y, si vais con niños, ¡paciencia!