Cuando Dani y yo decidimos formar una familia (antes aún de casarnos), teníamos claro que queríamos tener más de un hijo. Así, cuando ya había nacido Eva nos planteamos cuándo darle un hermanito. Elaboramos una lista de ventajas y desventajas para decidir si lo tendríamos enseguida o esperaríamos unos años para hacerlo.
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En alguna ocasión os he contado que somos unos “colechadores” convencidos. Nos resultaba increíblemente práctico dormir con Eva en la misma cama por varias razones: se dormía mucho antes, si se despertaba ella sola volvía a dormirse inmediatamente al verse acompañada, es comodísimo en los viajes…
Pero llegó el embarazo de Samuel, y con él las prisas por acelerarlo todo. Nos urgía que Eva saliera de la cama porque no cabíamos los cuatro en ella (o no cómodamente, desde luego), por no hablar de que si el recién nacido lloraba la despertaría constantemente.

Colechar es algo natural y veréis cómo os acostumbráis enseguida a una nueva presencia. El cuerpo es sabio y detecta que hay un bebé al lado: antes daba mil vueltas al dormir y me levantaba al día siguiente casi con los pies en la almohada pero durmiendo con Eva no se me mueve ni un pelo. Os conté nuestra experiencia y los pros y contras del colecho en el anterior post.
Por supuesto, hay que tomar precauciones. Entre UNICEF y la Foundation for the Study of Infant Deaths publicaron un folleto con varias normas a seguir:

Colechar significa dormir en la misma cama con el bebé (o niño). Dani y yo, como podréis suponer, lo hemos hecho con Eva. Además, dado el éxito arrollador, barrunto que con su hermanito también lo haremos. Como muchos de los métodos de crianza que hemos puesto en práctica con ella, surgió de manera espontánea y más tarde, a base de investigar, descubrimos que tiene nombre y que es una práctica muy habitual en muchos lugares del mundo.
Al principio, Eva comenzó durmiendo en su cunita: la también de colecho y estupenda Chicco Next2Me que terminó convirtiéndose en un almacén durante meses. Con el paso de las semanas, aprovechando las noches que Dani estaba de viaje la fui dejando a mi lado por pura comodidad (bueno, un poco por mimo también). Y se quedó. Al principio sólo a mi lado y más tarde entre los dos.
Si os soy sincera esto del colecho me parecía una marcianada antes de tener a Eva, incluso mientras estaba embarazada. Si soy del todo sincera, tampoco entendía por qué se quejaban de tener casi cuatro meses de baja por maternidad, me parecía bastante tiempo. ¡Cómo cambia la vida! ¡Ahora sólo de pensarlo se me ponen los pelos como escarpias! Pero si son pequeñísimos…