Colechar significa dormir en la misma cama con el bebé (o niño). Dani y yo, como podréis suponer, lo hemos hecho con Eva. Además, dado el éxito arrollador, barrunto que con su hermanito también lo haremos. Como muchos de los métodos de crianza que hemos puesto en práctica con ella, surgió de manera espontánea y más tarde, a base de investigar, descubrimos que tiene nombre y que es una práctica muy habitual en muchos lugares del mundo.
Al principio, Eva comenzó durmiendo en su cunita: la también de colecho y estupenda Chicco Next2Me que terminó convirtiéndose en un almacén durante meses. Con el paso de las semanas, aprovechando las noches que Dani estaba de viaje la fui dejando a mi lado por pura comodidad (bueno, un poco por mimo también). Y se quedó. Al principio sólo a mi lado y más tarde entre los dos.
Si os soy sincera esto del colecho me parecía una marcianada antes de tener a Eva, incluso mientras estaba embarazada. Si soy del todo sincera, tampoco entendía por qué se quejaban de tener casi cuatro meses de baja por maternidad, me parecía bastante tiempo. ¡Cómo cambia la vida! ¡Ahora sólo de pensarlo se me ponen los pelos como escarpias! Pero si son pequeñísimos…