El día del parto de Samuel

Quiero compartir cómo vivimos este día, porque también es importante cómo nos preparamos para el parto y con qué energía llegamos al hospital. Escribí esto desde la habitación pocas horas después de dar a luz, con las hormonas todavía revolucionadas y la experiencia reciente para no dejarme ningún detalle.

Enseguida os relataré cómo fue el parto y la vuelta a casa, ¡cuántas emociones!

Esperando a Samuel, preciosa foto de Estefanía Abad.

Esperando a Samuel, preciosa foto de Estefanía Abad.

El comienzo del día

Eva me llama desde su camita a las 6 de la mañana (por enésima vez) y ahí estaba yo tumbada con ella con las piernas encogidas para poder entrar cual cachalote varado, cuando noto la primera contracción. Segunda, tercera… Décima. Una hora después decido avisar a Dani. Vuelvo a nuestra cama, continúan las contracciones. A las 9 se levanta mi hermano, me pilla planchando y con contracciones cada cinco o seis minutos. El ambiente se pone tenso, Dani empieza a cancelar conciertos y yo les tranquilizo diciendo que seguramente sea otra falsa alarma, que no son contracciones regulares. Mientras me da por poner lavadoras, preparar comida y cambiar sábanas (es cierto eso que dicen sobre el síndrome del nido). Se empiezan a descuadrar los planes tan concienzudamente organizados.

Organización entre contracciones.

Organización entre contracciones.

A mediodía llegan mis padres de visita y quedamos en una terraza. Me ven la cara, no tengo nada de hambre y les confieso que estoy con contracciones pero que parece que van remitiendo. Se empiezan a poner todos muy nerviosos. Yo todavía no.

En la terraza con mi hermano, día del parto.

En la terraza con mi hermano, día del parto.

Vamos a casa Dani y yo para comer y descansar mientras Eva se marcha con los abuelos. Sigo sin ganas de comer. Raro, raro, raro… ¡qué sabio es el cuerpo! ¿Os imagináis dar a luz después de haberos zampado un cocido? Más contracciones. Me ducho e intento seguir con alguna actividad, pero en casa se empiezan a poner bastante nerviosos. Yo todavía no. No quiero hacerme falsas ilusiones, pero sonrío para mis adentros pensando que, con suerte, en pocas horas estaré abrazando a Samuel.

Al hospital

De camino noto como las contracciones, a pesar de ser bastante dolorosas, se espacian. No quiero entrar, no quiero que me digan que no estoy de parto o, si lo estoy, tener que esperar un montón de horas y propongo ir a tomar algo a la cafetería. No he dormido apenas ni he comido nada desde el día anterior y, aunque no tengo hambre, no me sentaría mal tomar un zumo para tener algo de energía, lo que me espera no es moco de pavo.

En la cafetería del hospital, sonriendo entre contracciones.

En la cafetería del hospital, sonriendo entre contracciones. Eva, con sueño, no tenía ni idea de lo que estaba pasando.

Llegan mis padres descentellados y en cuanto viene una contracción NERVIOS. Así, con mayúsculas. Curiosamente mi padre, médico y con tres retoños en su haber, es el más nervioso de todos: que si “¿pedimos un taxi?” (ojo, estábamos en la cafetería del hospital, como a un minuto de la entrada de maternidad), que si “¿no habrá que llevar a esta niña a que la monitoricen, Inma?” (mi madre). Todos nerviosos. Yo todavía no.

Me habría gustado esperar un poco más, pero estaban todos bastante tensos. Yo todavía no. Viendo que no voy a poder arañar más tiempo nos encaminamos hacia la entrada. Nos despedimos de todos. Quiero apretar mucho a Eva, aunque las contracciones no sean regulares en mi fuero interno intuyo que sí, que me van a ingresar y que me voy a separar de mi niña tres larguísimos días por primera vez en 18 meses. Mientras le doy un abrazo gasto la mitad de la energía que tenía reservada para contener las lágrimas: si empiezo a llorar no voy a poder parar.

Camino del hospital, últimos metros.

Camino del hospital, últimos metros.

Entramos y me examinan: no es una falsa alarma, ¡estoy de parto! En poco tiempo vamos a conocer a nuestro pequeño. Estoy emocionada, ahora sí me empiezo a poner nerviosa.

Monitorizada durante la dilatación.

Monitorizada durante la dilatación.

Mi recomendación: aguantad lo que podáis, aprovechad para ducharos, relajaros. Disfrutad de las últimas horas de embarazo a pesar del dolor. La emoción de saber que pronto conoceréis a vuestro hijo es un sentimiento imposible de expresar.

Anterior

Samuel

Siguiente

Un padre/madre no puede viajar con dos bebés en Renfe

4 comentarios

  1. Qué bien leerte! Vaya momentazos! Enhorabuena familia! Deseando leer más.

  2. Hémera

    ¡Enhorabuena! ¿Qué tal la nueva vida con los dos ? ¡Un abrazo!

    • ¡Muchas gracias, Hémera!
      De momento la cosa va muy bien. Eva le ha dado una acogida increíble y Samuel come y duerme la mayor parte del día, la cosa se complicará cuando empiece a gatear o caminar y tengamos un teletubbie corriendo en cada dirección

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Funciona con WordPress & Tema de Anders Norén